El Presidente duerme. Fusilados en junio de 1956.
La generación de una causa
Daniel Brión
José León Suárez
Quiénes fueron los ejecutores, instigadores e ideólogos de los crímenes producidos por el terrorismo de Estado en junio de 1956
José León Suárez.
El departamento de la calle Hipólito Yrigoyen 4519 de Florida, en la Provincia de
Buenos Aires, es uno de los focos de la ilusión política donde, aguardando una señal ya
convenida, un grupo de patriotas espera el momento para actuar.
La excusa es escuchar una pelea por la radio –por el campeonato sudamericano pelean
Lausse con el chileno Loayza–, la realidad es la espera del lanzamiento radial de la
proclama revolucionaria y el anunciado corte de luz que marcará el inicio de las
acciones.
El dueño de casa, Juan Torres, está muy vinculado con el activismo peronista de la
zona, en esa misma casa ya se han escondido algunos compañeros perseguidos en
otras oportunidades.
Esa noche, otros compañeros de causa, ansiosos, están aguardando el acontecimiento
esperado.
Se dividen en dos grupos, algunos juegan a las cartas, otros están escuchando la pelea.
Allí se encuentran:
Carlitos Lizaso, el de los 21 años alegres y optimistas; Nicolás Carranza, el obrero
ferroviario prófugo de la policía por repartir volantes; Francisco Garibotti, vecino de
Carranza, también obrero ferroviario y padre de 5 hijos; el fornido Vicente Rodríguez,
obrero portuario, padre de 3 hijos; Mario Brión, entusiasta de la justicia social,
empleado de Siam, un hijo; Horacio Di Chiano, indiferente al peronismo, pero se
acerca al grupo porque repudia el accionar de los militares; Norberto Gavino, peronista
prontuariado y Juan Carlos Livraga, el muchacho colectivero que sólo fue a escuchar la
pelea.
La Hora O
Son cerca de las 23.00, la hora de la esperanza, el grupo está entretenido jugando a las
cartas y escuchando la radio, aguardan la ansiada novedad.
Livraga, indiferente a las inquietudes políticas, decide retirarse.
Al abrir la puerta es golpeado violentamente en el estómago, al mismo tiempo que una
voz amenazante grita fuera de sí “¿donde está Tanco?”...
El jefe de la policía de la Provincia de Buenos Aires, Teniente Coronel Desiderio
Fernández Suárez, acompañado por el jefe de la Unidad Regional San Martín, Inspector
Mayor Rodolfo Rodríguez Moreno, el subjefe Inspector Cuello, un grupo de agentes de
la policía armados con armas largas y un grupo de civiles, irrumpen el lugar tras
derribar de una patada la puerta.
Han llegado al lugar con una camioneta policial y un colectivo –el interno 40 de la Línea
19– que requisaron en Puente Saavedra algunas horas antes.
Todo es confusión, rompen los muebles, revisan los cajones, los papeles y todo cuanto
encuentran es tirado al suelo. El jefe de la policía, con su 45 en la mano, intimida a los
presentes, quiere saber a toda costa donde está Tanco, como nadie le contesta se
pone como loco, desparrama culatazos y golpes con el arma que se le entregó para
que defienda al pueblo de posibles agresiones.
Entretanto, aprovechando la confusión, Torres salta una pared y logra escapar. Carlitos
Lizaso trata de imitarlo pero no lo logra, su suerte parece estar trazada.
Antes de irrumpir en el lugar, Fernández Suárez lo ha hecho en el departamento de
adelante, donde detiene al dueño de casa, Horacio Di Chiano y a un vecino que lo
visitaba, Miguel Ángel Giunta; ambos totalmente ajenos a la revolución, igualmente
son detenidos luego de ser golpeados y encañonados en el cuello con la pistola.
A golpes y puntapiés todos son llevados a la calle y se los comienza a hacer subir de a
uno al colectivo.
Cuando sube Gavino, Fernández Suárez lo reconoce y lleno de ira comienza a
golpearlo, le pone la mano en una tapa de gas y cierra violentamente la puerta, el
golpe le corta dos dedos, luego lo levanta de los cabellos y le grita “Así que vos sos
Gavino, a ver hacete el guapito ahora, decime donde está Tanco!!”..., pero Gavino no
habla y el jefe de la policía de un golpe lo arroja dentro del colectivo.
Ponen en marcha los dos vehículos y los llevan a la Unidad Regional San Martín.
Fernández Suárez, luego de unos minutos, se marcha de regreso a La Plata.
Al rato traen a dos detenidos más: Julio Troxler, ex oficial de policía y miembro de la
resistencia peronista, y Reinaldo Benavídez, que al llegar a la casa de Torres se
encuentran con los policías armados que quedaron en el lugar y los detienen.
Entretanto, en la Regional, por comentarios de los policías se enteran de la noticia de
la insurrección y, más tarde, la de la ley marcial. Sienten una sensación de alivio, este
arresto les servirá para protegerlos de la aplicación de esa Ley Marcial, ya están presos
antes de que hubiera sido dictada y, creen, no se la pueden a aplicar a ellos.
“¡Che, a ver si todavía nos matan!”
Es el pensamiento de Brión, y se lo comenta al oído a un compañero.
“No Mario quédese tranquilo, a lo sumo nos tendrán detenidos un tiempo, ya va a
ver”, lo tranquiliza Livraga.
Son las dos de la madrugada ya pasadas, el ambiente se va endureciendo poco a poco;
los policías, que antes conversaban con los presos, ya no lo hacen y sus rostros
adquieren seriedad.
A las dos y cuarenta y cinco, el Jefe de la Brigada decide tomarles declaración.
Van pasando de a uno.
Nombre, ocupación y la pregunta:
“¿Qué hacía allá?”
“Estaba jugando a las cartas”. “Escuchaba la pelea”.
“Vivo en ese departamento”. ‘’Estaba de visita”.
Son las declaraciones que firman los detenidos, ninguno traiciona, ninguno implora,
ninguno se quiebra.
Les retiran los efectos personales, reloj, dinero, anillos (donde habrán ido a parar).
La mayoría piensa: “Nos meten adentro. ¿Cuánto tiempo nos tendrán?”
“¡A esos detenidos de San Martín que los fusilen!”
Ninguno puede imaginar que, en la Ciudad de La Plata, el jefe de la policía teniente
coronel retirado y ex director de escuela Desiderio Fernández Suárez ha pronunciado
telefónicamente, con carácter de orden, estas palabras criminales.
Palabras que se repiten sin cesar en los oídos de Rodríguez Moreno, nunca nadie en la
policía de la Provincia de Buenos Aires, hasta ese momento, dio ni recibió semejante
orden.
Está desconcertado. No tiene el heroísmo para desobedecer, liberarlos y huir.
Tampoco sabe como hacer un fusilamiento, ni conoce a nadie que lo sepa.
Se dirige al Liceo Militar, en San Martín, y solicita permiso para el fusilamiento, se le
niega y le dicen que nada tienen que ver con su jefe ni con la policía.
Vuelve a su oficina y llama al jefe de la policía, nuevamente se le ratifica la orden
“¡FUSÍLELOS, NO PIERDA MÁS TIEMPO, HÁGALO EN CUALQUIER BALDÍO, PERO
HÁGALO YA!”
A las 5.30 de la madrugada del domingo 10 de junio la dependencia policial se pone en
movimiento.
Es una noche fría, helada.
Traen una camioneta donde se ubica Rodríguez Moreno, el jefe de la brigada, su
segundo el Comisario Cuello y el oficial Cáceres; y un carro de asalto donde van los
doce civiles.
Quince agentes de policía al mando del cabo Albornoz, de la Subcomisaria de Villa
Ballester, vigilan.
Las calles están desiertas. La oscuridad es casi completa. Entran en la Ruta 8 y luego
doblan en la Avenida Bernardo Márquez.
Tiritando de frío los prisioneros se preguntan “¿dónde nos llevan?”
Brión le comenta nuevamente a Livraga:
“Don Lito, nos van a matar”.
“No Mario, quédese tranquilo, nos deben de estar trasladando a La Plata”, le contesta.
El vehículo se detiene, el cabo ordena que bajen seis. Comienzan a descender junto
con algunos policías, Rodríguez Moreno decide que ese no es el lugar apropiado y
vuelven a hacerlos subir.
Trescientos metros más adelante vuelven a detenerse. Nuevamente la voz del cabo
indica:
“¡Que bajen seis!”
El lugar está próximo a la estación de José León Suárez, en la avenida Márquez y 9 de
Julio; sobre 9 de Julio. A la derecha hay un club, frente al club una hilera de eucaliptos;
frente a los eucaliptos un gran baldío con basura amontonada.
Operación Masacre
El drama comienza a desencadenarse. Rodríguez Moreno salta de la camioneta, pistola
en mano. Apunta a los prisioneros. Que caminen en dirección al basural es la orden.
Avanzan. Detrás los agentes y Rodríguez Moreno a un costado, ordenando mantener la
fila.
La camioneta avanza lentamente, iluminando con sus faros la oscuridad de la noche. A
golpes de fusil los van arriando al lugar elegido.
Caminan otro trecho. El cabo ordena “¡De frente y codo con codo!”
Los prisioneros se dan vuelta, han visto el rostro de la “revolución libertadora”.
La escena resulta difícil de reconstruir con exactitud.
Gavino le dice a Carranza “corramos que nos matan” y sale corriendo en ese mismo
instante, no para de correr.
Carranza no atina a huir y se tira al suelo gritando “¡no me maten, tengo 6 hijos!”
La respuesta no tiene palabras, le apoyan un fusil en la nuca y aprietan el gatillo. Cae
muerto. Luego le acribillan todo el cuerpo.
Se produce un desbande de los prisioneros y una descarga de los fusiles.
Livraga se tira al suelo y se hace el muerto. Lo mismo hace Di Chiano.
Giunta siente una bala que pasa cerca suyo, escucha un impacto, un gemido sordo y el
golpe del cuerpo de Garibotti que cae muerto.
Giunta se tira cuerpo a tierra y se queda inmóvil, de pronto se pone de pie de un salto
y corre zigzagueando, logra escapar.
Se oyen gritos. Rodríguez intenta escapar pero no tiene suerte, cae herido por la
espalda Desesperado por el dolor pide “¡mátenme, por favor mátenme, no me dejen
así!” Sin ningún comentario, en ese mismo momento lo ultiman.
Mario Brión no tiene posibilidad de escapar, lleva puesta una polera blanca que le
acababa de tejer su mujer, brilla incandescente a la luz de los faroles de la camioneta;
lo balean por la espalda. Cae muerto.
Entretanto en el carro de asalto, Troxler intenta desarmar a un agente, forcejea, le da
una patada y huye arrastrando tras suyo a su amigo Benavídez; éste a su vez intenta
llevar con él a Garlitos Lizaso.
Pero Lizaso no tiene suerte y lo sujetan entre tres guardias, luego forman el pelotón
frente a él y hacen fuego, le dan en pleno pecho. Cae muerto.
Díaz, entre tanto ha logrado escaparse saltando del carro de asalto en algún momento
de la confusión.
Rodríguez Moreno ha cumplido con la orden, pone en marcha los vehículos para
emprender el regreso, pero antes se va deteniendo al lado de cada cuerpo, y si
comprueba que todavía le queda algo de vida los remata de un tiro, se detienen junto
a Di Chiano y luego de unos segundos eternos lo dan por muerto y continúan.
Se detienen ahora junto a Livraga y al verlo parpadear brota la orden: “tirale a ese que
todavía respira”, le disparan tres veces, la primera pega en el piso junto a su cabeza, la
segunda le atraviesa la cara de lado a lado, destrozándole el tabique nasal y la
dentadura, la tercera pega en su brazo, lo dan por muerto y se retiran.
Sobre un total de doce detenidos, los muertos han sido cinco:
Carlos Lizaso,
Nicolás Carranza,
Francisco Garibotti,
Vicente Rodríguez y
Mario Brión
El resto, afortunadamente logró escapar o fue dado por muerto en el lugar.
Más tarde, sus testimonios han ayudado ha reconstruir los hechos.
Cuando se termina y el carro de asalto y la camioneta se alejan por donde vinieron son
alrededor de las 6 de la mañana.
Al día siguiente tratarán de borrar todas las manchas de la sangre derramada
arrojando decenas de litros de kerosene y prendiendo fuego en todo el lugar.
Pero esa sangre jamás la podrán limpiar de sus manos y de su conciencia, no existe
nada que les pueda evitar llevarla por siempre sobre ellos.
La proclama
Las horas dolorosas que vive la República, y el clamor angustioso de su Pueblo,
sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos han decidido a tomar las armas para
restablecer en nuestra Patria el imperio de la libertad y la justicia al amparo de la
Constitución y las leyes.
Como responsables de este Movimiento de Recuperación Nacional, integrado por las
Fuerzas Armadas y por la inmensa mayoría del Pueblo –del que provienen y al que
sirven–, declaramos solemnemente que no nos guía otro propósito que el de
restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, y
arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido llevada por una minoría
despótica encaramada y sostenida por el terror y la violencia en el poder.
Conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia, comprendemos que nuestra
decisión es el único camino que nos queda para impedir el aniquilamiento de la
República en una lucha estéril y sangrienta entre hermanos, cada día más inevitable e
inminente.
Deploramos que precisamente desde el gobierno se haya cerrado sistemáticamente
toda posibilidad de pacificar la República y alcanzar la armonía entre los argentinos, en
contraposición con el sentido de responsabilidad, la tolerancia y la paciencia patriótica
del pueblo.
La Nación entera, y con ella la tranquilidad, el bienestar y la dignidad de todos los
argentinos han caído en manos de hombres y de fuerzas que aceleradamente
retrotraen a la Patria a épocas de sometimiento, de humillación y de vergüenza.
Su acción nefasta ha desquiciado y lesionado profundamente el orden político,
económico y social de la República.
1. En lo político
• Han violado y desconocido el imperio de la Constitución y de las leyes,
sustituyéndolos por un llamado “derecho de la Revolución”, que no es otra cosa que el
entronizamiento de la arbitrariedad, sin más normas ni vallas que la omnímoda
voluntad de los que detentan el poder.
• Se han avasallado así las garantías y derechos individuales, sustituyéndose a
instituciones y personas de la jurisdicción de sus jueces naturales, sometiéndolos a
tribunales y comisiones especiales expresamente prohibidas por la Constitución.
• Se ha perseguido, encarcelado y confinado en verdaderos campos de concentración
a miles de argentinos no sometidos a proceso y privados del derecho a la defensa, por
razones ideológicas o políticas.
• Por idénticas razones se ha privado a miles de argentinos de derechos esenciales,
como el acceso a los empleos públicos y la participación activa en la vida cívica de la
Nación, sin que tan graves penas provengan de la decisión de la justicia y ni siquiera de
juzgamiento de la conducta de los inculpados.
• Como consecuencia de esta arbitrariedad discriminatoria, que divide a los argentinos
en reprobos y elegidos, se ha privado de sus empleos a miles de ciudadanos, sin
tenerse en cuenta ni su antigüedad, ni su idoneidad, ni su conducta.
• Se ha excluido de la vida cívica del país a la fuerza mayoritaria con el pretexto de
inmoralidades y desviaciones en la conducta de algunos de sus dirigentes; verdadera
aberración jurídica y moral que podría llevar a la exclusión de todos los partidos, desde
que todos padecen o padecieron en algún momento de males similares.
• Se ha fomentado y organizado desde el gobierno la delación y el espionaje contra
personas e instituciones, inclusive contra las Fuerzas Armadas.
• Se ha impedido la libertad de prensa, uniformada al servicio del gobierno,
interviniendo y entregando arbitrariamente los diarios y revistas a sectores políticos
minoritarios adictos al mismo, clausurando los desafectos e impidiéndose la aparición
de nuevos órganos de opinión independiente.
• Todo ello unido a la monstruosidad totalitaria de un decreto-ley que bajo penas
gravísimas prohibe a los ciudadanos hasta el uso o empleo individual de palabras,
fechas, símbolos, foto
grafías, nombres y expresiones que se proscriben, configuran los hechos más salientes
de un plan siniestro, destinado a ahogar la libre expresión de la ciudadanía, y
entronizar en el poder
a minorías antinacionales que en su hora enajenaron el patrimonio del país y traficaron
con el hambre y el dolor de los trabajadores argentinos.
• Este desborde de la arbitrariedad ha culminado con la abolición de la Constitución
Nacional vigentes, sancionada por una Convención Reformadora libremente elegida
por el pueblo,
con la participación de los mismos sectores políticos que apoyan la tiranía,
Constitución que juraron acatar y defender los mismos que hoy la vulneran y suprimen
a espaldas del Pueblo y
al margen de su libre voluntad soberana con el evidente propósito inconfesable de
abolir disposiciones como el artículo 40, que impiden la entrega al capitalismo
internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales del país, juntamente con
otras también fundamentales como las que sancionan los derechos del trabajador y las
que estatuyen la función social de la economía y la riqueza.
• Por un acto arbitrario y despótico se reimplanta una Carta Fundamental ya superada
por la realidad política, económica y social de la República, al amparo de cuya
imprevisión y laxitud
fue posible en otras épocas la entrega del país a las fuerzas internacionales del
capitalismo y el sometimiento, el hambre y la humillación de nuestro Pueblo.
Y para hacer más evidente la burla a la ciudadanía y la prepotencia de la arbitrariedad,
ni siquiera se la reimplanta en todo su vigor como norma de convivencia o valla del
poder, sino “en tanto y en cuanto no se oponga a los fines de la Revolución”, vale
decir, en cuanto no se oponga a la voluntad omnímoda e incontrolada del gobierno.
Jamás en toda la historia, gobierno alguno ha tenido el descaro de hacer semejante
profesión de tiranía y despotismo.
2. En lo económico
Se han tomado medidas tendientes a quebrantar la industria nacional, depreciar la
moneda, crear el desaliento en la inversión de capitales útiles, elevar los precios
acentuando el desequilibrio entre éstos y los salarios, provocar sectores importantes
de desocupación, que llevarán por hambre a los obreros a someterse a la voluntad del
capitalismo.
Todo ello unido al desprestigio internacional de nuestra economía por el propio
gobierno, a la acelerada concentración de empréstitos extranjeros y a la adopción de
determinados compromisos anteriores, constituyen etapas de un plan destinado a
retrotraer al país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo
internacional de los resortes fundamentales de su economía.
3. En lo social
Se han desconocido legítimas conquistas de los trabajadores, se ha destruido la
organización sindical –base indispensable de la paz social y del progreso del país–,
mediante la intervención a la Central Obrera y a todos los sindicatos y el asalto de las
organizaciones, propiciando desde el gobierno con elementos reconocidos como
agitadores al servicio de ideologías o intereses internacionales.
Se ha perseguido, encarcelado y confinado a miles de trabajadores, y se los ha privado
arbitrariamente del derecho elemental de intervenir activamente en la vida de las
organizaciones a que pertenecen.
En síntesis, desde el propio gobierno, se ha realizado una acción sistemática tendiente
a destruir la organización sindical y anarquizar a los trabajadores, acción que persigue
la finalidad inconfesable de debilitar el frente social para posibilitar el camino del
sometimiento del Pueblo, y con él, del sometimiento de toda la Nación.
4. En el orden de las fuerzas armadas
Se ha tratado en toda forma de minar su unidad y su armonía y se han desquiciado sus
cuadros con la baja o retiro obligatorio de centenares de jefes, oficiales y suboficiales
que honraban a la institución por sus virtudes morales y su capacidad profesional.
Al mismo tiempo se ha obligado a muchos oficiales al desempeño de funciones civiles
incompatibles con su estado militar, creándose hacia la institución un lógico
resentimiento y desconfianza del Pueblo, difícil de superar, y que es la semilla más
criminal que podía haberse sembrado para dividir y anarquizar la Nación.
Esto es, en lo fundamental, el panorama trágico de las horas difíciles que vive la
República. La proliferación de conflictos sindicales, los actos diarios de sabotaje en
todo el territorio del país y el continuo descubrimiento en toda la república de planes
subversivos o actos de insurrección, denunciados por el propio gobierno, no son (como
él pretende, para encubrir su responsabilidad y engañar a la opinión) fruto de la acción
aislada de personas perturbadoras, sino síntoma del clima de opresión y subversión en
que vive la República y expresión evidente del espíritu indomable y de la decisión del
pueblo de reconquistar su libertad.
Tan grave estado de cosas impulsa nuestra determinación y nos decide a recoger el
clamor unánime del Pueblo, antes de que la República desemboque en una lucha
fratricida que terminará por destrozarla.
Este Movimiento de Recuperación Nacional, se lanza a la acción revolucionaria con
objetivos claros y un programa concreto para restablecer la soberanía y la justicia
social y devolver al Pueblo el pleno goce de su libertad y sus derechos.
Declara objetivos fundamentales de su acción:
1. En lo político
• Restablecer el Estado de Derecho mediante la vigencia plena de la Constitución
Nacional y el imperio de la justicia en un ambiente de real libertad y pura democracia.
• Consolidar la soberanía popular mediante la realización de elecciones generales en
todo el país en un plazo no mayor de 180 días, con plenas garantías para todos los
partidos políticos
en el proceso electoral y preelectoral, incluida la utilización con iguales derechos de
todos los medios de expresión y difusión.
• Prescindencia absoluta del gobierno en materia electoral y fiscalización de los
comicios por las Fuerzas Armadas.
• Libertad efectiva y absoluta de prensa para todos los sectores de la opinión.
• Amnistía general y derogación de todos los decretos y medidas discriminatorias
dictados por razones ideológicas o políticas.
• Libertad a todos los presos políticos y sometimiento a la justicia competente de los
que hubiesen cometido delitos comunes.
• Reincorporación de los empleados y obreros eliminados arbitrariamente por razones
ideológicas o políticas.
• Levantamiento de las interdicciones a personas y empresas e intervención de la
justicia en los casos de violación de las leyes en vigor.
• Rehabilitación de los partidos políticos privados de personaría y plena libertad para
la formación de nuevas fuerzas, dentro de las normas establecidas por la legislación
vigente.
2. En lo económico
• Revisión de las medidas de carácter económico y financiero que pudieran lesionar los
intereses nacionales.
• Revisión de las medidas económicas y financieras que afectan seriamente el
desarrollo de las actividades productivas.
• Plenas garantías para los capitales foráneos invertidos o a invertirse en actividades
útiles para la economía nacional, y levantamiento de las interdicciones a las empresas
afectadas.
• Restablecimiento de la plena ocupación y adopción de medidas para contener el alza
del costo de la vida.
3. En lo social
• Devolución del gobierno de los sindicatos a los trabajadores y elección por los
mismos de las autoridades de la Central Obrera en un plazo de 45 días.
• Libertad inmediata a todos los dirigentes y obreros detenidos por razones políticas o
gremiales.
• Renovación de los convenios de trabajo, de común acuerdo entre los trabajadores y
empresarios, mediante los procedimientos determinados por la legislación vigente al
20 de septiembre de 1955.
• Derogación de los decretos y medidas discriminatorias que impiden a miles de
obreros su participación en la vida de los organismos gremiales.
4. En el orden de las fuerzas armadas
• Reestructuración de las mismas con vistas a las necesidades de la defensa nacional.
• Reincorporación de jefes, oficiales y suboficiales que poseyendo valores
profesionales y morales hayan sido dados de baja o retirados por razones políticas o
ideológicas.
• Mantenimiento de los actuales cuadros con la única excepción que determinen los
tribunales y organismos competentes que establece la ley.
5. En el orden internacional
• Respeto y cumplimiento de todos los convenios, pactos y compromisos
internacionales concretados por el país dentro de las normas constitucionales y
legales.
• Suspensión de la ejecución de aquellos compromisos contraídos en violación de tales
normas, a fin de que oportunamente sean considerados por las autoridades
legalmente constituidas por los órganos y procedimientos que estatuye la Constitución
Nacional.
Sometiendo tales principios y comprometiendo ante el pueblo de la República el fiel y
estricto cumplimiento de los objetivos señalados, el Movimiento de Recuperación
Nacional toma las armas en defensa de la Patria, decidido a pacificar la Nación por el
camino de la verdadera libertad, en el respeto de la Constitución y la ley.
No hacemos cuestión de banderías porque luchamos por la Patria que es de todos.
No nos mueve el interés de ningún hombre ni de ningún partido.
Por ello, sin odios y sin rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones entre
hermanos, llamamos a la lucha a todos los argentinos que con limpieza de conducta y
pureza de intenciones, por encima de las diferencias circunstanciales de grupos o
partidos, quieren y defienden lo que no puede dejar de querer y defender un
argentino: la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria, en una nación socialmente
justa, económicamente libre y políticamente soberana.
¡Viva la Patria!
Movimiento de Recuperación Nacional
General de División Juan José Valle
General de División Raúl Tanco