jueves, 31 de diciembre de 2009

viernes, 25 de diciembre de 2009

FELÍZ NAVIDAD CON UN MENSAJE DE NOCHEBUENA DE EVITA

Todos los años, la Nochebuena nos reúne en el hogar inmenso de la Patria.
Y como si fuese una cosa ritual e imprescindible siento la imperiosa necesidad de hablar con mi corazón para todos los corazones amigos de la gran fraternidad justicialista.
Esta noche hacemos una tregua de amor en el camino de nuestras luchas y de nuestros afanes; y sólo pensamos en las cosas buenas y bellas que nos ha regalado la vida en el año que se acaba hundiéndose ya como un cometa en el horizonte de la eternidad, dejándonos una estela de recuerdos en el alma.
En todos lo hogares del mundo, hombres y mujeres, ancianos y niños de todos los pueblos, en este mismo instante maravilloso están rindiendo homenaje al amor y están encendiendo en sus corazones las lámparas votivas de sus mejores recuerdos. Por qué no hacer lo mismo nosotros en este inmenso hogar que es nuestra tierra? Acaso no somos una gran familia?
Preside la mesa invisible de nuestra Nochebuena la figura de Perón, nuestro líder, nuestro conductor y nuestro amigo. Aquí está, sobre todos nosotros, mirando más allá del horizonte, con la mano firme puesta sobre el timón de nuestros destinos y con su corazón extraordinario, pegado a los sueños y a las esperanzas de su pueblo, sobre todos nosotros, que somos y que nos sentimos hermanos porque nos une el vínculo de los mismos ideales y de los mismos amores.
Por eso estas palabras mías se atreven a romper el bullicio o el silencio de la noche, se animan a llegar con su mensaje al corazón de todos los hogares que quieren recibirlas con cariño y se derraman así sobre la mesa invisible de la Patria Nueva, como un canto de amor y de esperanza.
Lo primero que se me ocurre es agradecer a Dios, porque en medio de un mundo casi definitivamente olvidado del amor, nosotros creemos en su poder y en su fecundidad, y nos permitimos anunciar la buena nueva de su advenimiento por el camino del Justicialismo.
Por eso nos regocijamos y nos alegramos en la fiesta de esta noche.
Hace diecinueve siglos y medio Dios eligió a los humildes pastores de Belén para anunciar el advenimiento de la paz a los hombres de buena voluntad. Sobre aquél mensaje, los hombres de mala voluntad han acumulado diecinueve siglos y medio de guerras, de crímenes, de explotación y de miseria, precisamente a costa del dolor y de la sangre de los pueblos humildes de la tierra. Y cuando todo parecía perdido, acaso definitivamente, nosotros, un pueblo humilde, a quien la soberbia de los poderosos llamó "descamisado"; nosotros, un pueblo que repite en su generosidad, en su sencillez, en su bondad, la figura de los pastores evangélicos, hemos sido elegidos entre todos los pueblos y entre todos los hombres, para recoger de las manos de Perón, bañado en el fuego de su corazón e iluminado por sus ideales de visionario, el antiguo mensaje de los ángeles..
Salvando las distancias y remedando el cántico antiguo, podríamos decir que Dios ha hecho grandes cosas entre nosotros, deshaciendo la ambición del corazón de los soberbios, derribando de su trono a los poderosos, ensalzando a los humildes y colmando de bienes a los pobres.
Por eso la Nochebuena nos embarga el corazón con la armonía de sus encantos prodigiosos, porque la Nochebuena es nuestra, es la noche de la humildad, la noche de la justicia.
Y el Justicialismo que Perón nos ha enseñado y nos ha regalado como una realidad maravillosa de sus manos, es precisamente eso, algo así como el eco vibrante del anuncio que recibieron los pastores o como el reflejo encendido de la estrella que señaló, en la noche de los hombres, el divino amanecer de una redención extraordinaria.
Esta noche también sentimos que empieza ya a morir el año que termina. Por eso nos gusta rememorar las alegrías y las penas que nos trajo sobre el hombro de sus días y de sus semanas, y hasta los dolores ya sobrepasados nos parecen esta noche menos amargo.
Acaso, precisamente, porque ya son recuerdos.
Este año que se va nos ha dejado la marca de su paso en el corazón y lo mismo que en todos estos años que van pasando sobre nosotros, bajo la mirada y la protección serena de Perón, la de 1951 es una marca de felicidad. Yo sé que dentro de muchos años, cuando en esta misma noche los argentinos se dejen acariciar por el recuerdo y retornen sobre sus alas al pasado, llegarán a estos años de nuestra vida y dirán melancólicamente: entonces éramos más felices, Perón estaba con nosotros. Porque la verdad, la indudable verdad es que todos somos ahora más felices que antes de Perón. No tanto por los bienes materiales que poseemos, cuanto por la dignidad que nos dio con su esfuerzo infatigable. Si nuestra felicidad residiese solamente en las riquezas materiales, no tendríamos derecho a ser dichosos. Pero nos sentimos felices porque en el seno de la gran familia justicialista que formamos, todos somos hijos iguales de la misma Patria, con los mismos derechos y los mismos deberes. Nos mide a todos, con la misma medida, la vara de la misma justicia. Nos ampara la bandera enhiesta de la dignidad y nos abraza la generosidad paternal del mismo amor que brota del corazón inigualable de Perón. Ahora sí podemos abrir nuestro corazón a la palabra ardiente del amor y comprendemos el verdadero sentido de la fraternidad.
No queremos vanagloriarnos con orgullo de lo que somos ni de lo que tenemos, pero en esta noche, propicia para los aspectos del corazón, sentimos la necesidad de decirle a los hombres y mujeres del mundo el sencillo secreto de nuestra felicidad, que consiste en poner la buena voluntad de todos para que reinen la justicia y el amor.
Primero la justicia, que es algo así como el pedestal para el amor.
No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad.
El día del amor y de la paz llegará cuando la justicia barra de la faz de la tierra a la raza de los explotadores y de los privilegiados, y se cumplan inexorablemente las realidades del antiguo mensaje de Belén renovado en los ideales del Justicialismo Peronista:
Que haya una sola clase de hombres, los que trabajan;
Que sean todos para uno y uno para todos;
Que no exista ningún otro privilegio que el de los niños;
Que nadie se sienta más de lo que es ni menos de los que puede ser;
Que los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran;
Que cada día los hombres sean menos pobres y
Que todos seamos artífices del destino común.
Para que todo esto se consolide como una realidad duradera entre nosotros, seguiremos luchando con Perón, al pie de sus banderas victoriosas, hasta el último aliento que nos dé la vida.
Eva Perón. Mensaje de Navidad 1951

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sábado, 12 de diciembre de 2009

13 DE DICIEMBRE DE 1828: FUSILAMIENTO DE DORREGO






EXTRAÍDO DE "www.elargentino.com"
Manuel Dorrego
Homenaje al padre del federalismo

Por Daniel Brion
cultura@miradasalsur.com



Daniel Brion junto al monumento a Dorrego en Navarro, donde fue capturado y fusilado.
13-12-2008 / Ayer se realizó un acto conmemorando al mentor de la Patria grande sudamericana a 180 años de su fusilamiento ordenado por Juan Lavalle.



Navarro, diciembre 13 de 1828.
Sr. Ministro:
Participo al Gobierno Delegado que el Coronel Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división. La historia, Señor Ministro, juzgará imparcialmente si el Coronel Dorrego ha debido o no morir. Si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. Quiera persuadirse el pueblo de Buenos Aires que la muerte del coronel Dorrego es el sacrificio mayor que puedo hacer en su obsequio.
Saludo al señor Ministro con toda atención.
Juan Lavalle.

San Martín tenía un buen concepto militar sobre Lavalle, de quien dijo “igualarlo en coraje es muy difícil. Superarlo imposible”. Sin embargo, su valentía no siempre sería bien utilizada, y embalado e incentivado por los doctores, lo harían equivocarse en varias oportunidades. Era una valiente espada, pero sin cabeza.

Esteban Echeverría en su poema Avellaneda dirá:
“Todo estaba en su mano y lo ha perdido. Lavalle es una espada sin cabeza. Sobre nosotros entre tanto pesa su prestigio fatal, y obrando inerte. Nos lleva a la derrota y a la muerte.
Lavalle, el precursor de las derrotas. Oh, Lavalle! Lavalle, muy chico era para echar sobre sí cosas tan grandes.”


Atrás habían quedado los recuerdos de Dorrego y una vida dedicada al servicio de la Patria. Largo sería rememorar toda su actuación, su compromiso y su decisiva intervención en el proceso revolucionario de América y de nuestro país.

Manuel Críspulo Bernabé Dorrego nació un 11 de junio de 1787, en Buenos Aires, fue el menor de cinco hermanos, hijos de un comerciante portugués: José Antonio de Dorrego y de una argentina: María de la Ascensión Salas.

En 1803, a los 15 años, ingresó en el Real Colegio de San Carlos y a inicios de 1810 comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile.

Pronto abandonó las aulas y se unió al movimiento independentista chileno. Exaltado, cambió el traje civil y los libros por el uniforme y las armas.

Tenía entonces 23 años y en la milicia del país andino ganó las tres estrellas de capitán al sofocar un movimiento contrarrevolucionario.

Antes de finalizar el año 1810, regresa a Buenos Aires y con el grado de mayor se une a las fuerzas armadas encabezadas por Cornelio Saavedra rumbo al norte. En el combate de Cochabamba sufre dos heridas y gana el ascenso a teniente coronel.

Más tarde, bajo las órdenes de Manuel Belgrano, lucha en Tucumán (24 de septiembre de 1812) y Salta (20 de febrero de 1813). El ejército de Belgrano marcha hacia Potosí sin Dorrego que se queda en la retaguardia, eso le evita las derrotas de Vilcapugio (1º de octubre de 1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813), y quizá la muerte en servicio.

Ese año, apenas ha cumplido 26 años y asciende a coronel encabezando la creación de milicias gauchas.

Los momentos de inacción, sin embargo, lo descontrolan. El inflexible general José de San Martín ordena su confinamiento por nuevas actitudes de indisciplina (cuenta Lamadrid que habiendo San Martín convocado a los oficiales para “uniformar la voz de mando”, en primer término lo hizo Belgrano. Dorrego, que habló en segundo término, lo hizo imitando la voz finita de Belgrano, lo que provocó la risa de los demás oficiales reunidos. San Martín, golpeando fuertemente la mesa, dijo secamente; “Señor comandante, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando, y no a reír”.
Según el general Paz, “motivó su separación del ejército y la expulsión de la provincia en el término de dos horas.” En mayo de 1814 es trasladado a Buenos Aires. Allí se pone a las órdenes del general Carlos María de Alvear.

Alvear le propone al caudillo oriental José Gervasio Artigas la independencia de la Banda Oriental a cambio de que retire su influencia de las provincias del litoral. Artigas había dirigido la insurrección de los orientales contra las autoridades españolas en el llamado Grito de Asencio y fue proclamado por sus compatriotas como Primer Jefe de los Orientales. El 20 de enero de 1814, abandonó el sitio de Montevideo –cuyo mando comenzó a monopolizar José Rondeau– y apoyó los pronunciamientos de los paisanos de Entre Ríos y Corrientes. El líder rioplatense rechaza el ofrecimiento de Alvear. Dorrego parte a enfrentarse con el rebelde, con quien –paradójicamente– tiene ideas bastante cercanas. El militar derrota al artiguista Fernando Otorgués en las cercanías del arroyo Marmarajá (6 de octubre de 1814), pero es vencido por Fructuoso Rivera en Guayabos (10 de enero de 1815).

A los 28 años, el impetuoso Dorrego se lanza a la lucha política declarándose partidario de un gobierno federativo y fomentando la autonomía de Buenos Aires. Con Manuel Moreno y otros patriotas se opone a Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Finalmente, para no participar en el enfrentamiento civil, solicita que su regimiento se una al ejército que San Martín prepara en Mendoza para la Campaña de los Andes.
No alcanza a partir: el 15 de noviembre de 1816, Pueyrredón ordena su destierro.
A los 29 años lo embarcan y recién al tercer día de viaje se entera que su destino es el puerto de Baltimore, en Estados Unidos.

El 9 de julio de 1819, Pueyrredón renuncia y es reemplazado por el general José Rondeau. Dorrego regresa a Buenos Aires al año siguiente. Recupera su grado de coronel, obtiene el mando militar de Buenos Aires y es designado temporalmente gobernador interino. Presenta su candidatura a gobernador en la provincia pero es derrotado por Martín Rodríguez. Con caballerosidad, hace reconocer por sus tropas el triunfo de su adversario. Pero el hecho de estar en la oposición hace que el gobierno lo destierre en Mendoza. Una mejor idea hubiera sido darle el mando de un regimiento y ordenarle combatir. La inactividad o el ostracismo no son buenos para Dorrego: huye a Montevideo. Allí, desde septiembre de 1816, existía la amenaza militar externa de los portugueses en la Banda Oriental y las autoridades nacionales no procedían con la energía necesaria para expulsarlos. Artigas, el principal perjudicado, culpaba con razón a las autoridades de Buenos Aires por la falta de respaldo.

Algunos historiadores –con quienes humildemente adhiero– sostienen que se debería reconocer que el caudillo oriental procedió como “un auténtico patriota argentino” hasta su derrota en 1820.
Ya con 36 años, Dorrego regresa a Buenos Aires –junto con exiliados como Carlos María de Alvear, Manuel de Sarratea y Miguel Estanislao Soler– gracias a la Ley del Olvido (noviembre de 1821). En 1823, fue electo representante ante la Junta de Gobierno y desde su periódico El Argentino respaldó las ideas federalistas, en oposición al gobierno de Bernardino Rivadavia, lo cual le hizo ganar prestigio en las provincias.

En 1825, se entrevistó con Simón Bolívar, a quien consideró el único capaz de contener los planes expansionistas del Imperio de Brasil.

El militar convertido en político resulta elegido representante por Santiago del Estero en el Congreso Nacional. Cuando se discute la Constitución de 1826 se destaca en los debates sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio. Desde el periódico El Tribuno continúa atacando la posición centralista de Rivadavia, lo que aumenta su prestigio en las provincias.

Al referirse a la Constitución rivadaviana de ese año, Dorrego afirma: “Forja una aristocracia, la más terrible porque es la aristocracia del dinero. Échese la vista sobre nuestro país pobre, véase qué proporción hay entre domésticos asalariados y jornaleros y las demás clases del Estado (...). Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro con el Banco, y entonces sería el Banco el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación en todas las provincias”. Dorrego, se opuso al proyecto constitucional rivadaviano de 1826, considerándolo nulo porque se desconocía en él la voluntad general de las provincias. En el debate sobre el artículo 6º del proyecto constitucional, se negaba el derecho de voto en las elecciones a los menores de veinte años, a los analfabetos, a los deudores fallidos, deudores del tesoro público, dementes, notoriamente vagos, criminales con pena corporal o infamante, pero también los “criados a sueldo, peones jornaleros y soldadas de línea”. Se presumía que los domésticos y peones estaban bajo la influencia del patrón.

Acosado, Rivadavia renuncia a la presidencia y Vicente López es designado mandatario provisional.

A los 40 años, en agosto de 1827, Dorrego es electo gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Ante el tratado de paz firmado con Brasil, los unitarios ven la posibilidad de recuperar el poder aprovechando el descontento de los jefes militares de regreso. Ex compañeros de exilio, como Soler y Alvear, junto con los generales Martín Rodríguez, Juan Lavalle y José María Paz comienzan a conspirar para derrocar al gobierno federal.

El 1° de diciembre de 1828, Lavalle ocupa Buenos Aires con sus tropas. Dorrego se dirige al sur de la provincia y le pide apoyo a Juan Manuel de Rosas, entonces comandante de campaña. Rosas le aconseja que vaya a Santa Fe y le solicite respaldo a Estanislao López, pero Dorrego decide enfrentar a Lavalle.

Las fuerzas de uno y otro se chocan en Navarro. Más tarde el gobernador cae prisionero y el vencedor ordena, sin ninguna grandeza, que muera fusilado. La decisión estremece a la capital y las provincias.

El valiente general unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid, un tucumano que peleó la guerra de independencia y en las luchas que siguieron en Vilcapugio, Ayohuma y Sipe Sipe, permanece junto a su ex camarada hasta el abrazo final. A él Dorrego le entrega cartas para su mujer y sus dos hijas.
A la esposa le escribe en un trozo de papel que le alcanzan:

“Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir. Ignoro por qué; mas la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida: educa a esas amables criaturas. Sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego”.

A los 41 años cae víctima de las balas asesinas del pelotón de fusilamiento, el 13 de diciembre de 1828.

Aráoz de Lamadrid es un oficial curtido que combatió en Tucumán, Córdoba, San Juan y Mendoza. También conoció el exilio en Bolivia y Chile. Dorrego le pide su chaqueta para morir y le solicita que le entregue a su esposa Ángela la que él lleva puesta, junto con una carta. El duro Aráoz se “quiebra” ante la entereza de su amigo-adversario y llora frente a la tropa como un adolescente.
Mientras Lavalle escribía el parte, a 300 metros el cuerpo de Manuel Dorrego yacía tirado en el campo. Hay indicios ciertos de que luego de la ejecución hubo ensañamiento con el cadáver. Así lo indica el testimonio de la Comisión Oficial, que por orden de Rosas, no bien asumió el Gobierno, se trasladó de Buenos Aires a Navarro con el fin de exhumar los restos de Dorrego, tarea que se llevó a cabo el 13 de diciembre de 1829, es decir al año justo de su muerte.

El informe firmado por el camarista don Miguel de Villegas dice en parte:
“Que encontraron el cadáver entero, a excepción de la cabeza que estaba separada del cuerpo en parte, y dividida en varios pedazos, con un golpe de fusil al parecer, en el costado izquierdo del pecho...” Luego del fusilamiento (si así se lo puede llamar) el acongojado pariente de Manuel Dorrego, el clérigo Juan José Castañer, se hace cargo del cadáver, ya que ni siquiera se permitió a los más cercanos parientes llegarse hasta Navarro para ver los restos, no obstante los ruegos de los familiares que, al efecto, hicieron llegar al Sr. Ministro Díaz Vélez.

Ángela Baudrix, la viuda, queda en la miseria. Sus hijas tienen 6 y 12 años de edad.
Tiempo después se ven obligadas a trabajar de costureras en el taller de Simón Pereyra, un proveedor de uniformes para el ejército y especulador en la compra-venta de tierras; en una de sus extensas propiedades, ubicada en El Palomar, en 1925 se inició la construcción del Colegio Militar de la Nación, del que egresarían varios discípulos de Lavalle, un general Aramburu –por ejemplo–, fusilador y asesino, en junio de 1956 del general Juan José Valle y 31 patriotas que con él hicieron frente a la dictadura que encabezaran Aramburu y Rojas luego de un golpe de Estado contra el presidente constitucional Juan Domingo Perón. También la hija, la nieta Soledad y los nueve bisnietos del general Valle han quedado en la miseria bajo la indiferencia de quienes podrían solucionar su problema.

Cuánta semejanza en la vida de estos hombres. Al coronel Dorrego y al general Valle los une la misma muerte: condenados a morir –por un ilegal revanchismo asesino– fusilados; escriben cartas casi similares a sus asesinos y a sus mujeres y a sus hijas; sus familias condenadas a la miseria; y su lucha aún vigente. Tantos años han pasado, tanta sangre caída por nuestra libertad e independencia, por la justicia social, tantos compañeros inmolados, perseguidos, encarcelados, torturados, asesinados, desaparecidos; y la lucha continúa, pareciera que recién comenzara; se alarga, se estira, como una lucha sin fin, como de desgaste, como si no le bastase la sangre derramada, quiere ahora ahogar en la desmemoria, en la falta de conciencia nacional, en el desgano de actuar en política, en anunciar a gritos la muerte de las utopías y los ideales, una victoria final que no estamos dispuestos a darles.

Por eso ni un solo paso atrás, ni para tomar carrera, la sangre de tantos héroes, de tantos patriotas, de tantos compañeros no nos permite siquiera la duda en continuar defendiendo el pensamiento nacional, y en seguir luchando por la patria grande que todos ellos y nosotros soñamos. Para generar una memoria, pero no una memoria pasiva que sólo recuerde cantidades, sí una memoria generadora de conciencia, ésa es la memoria que nos lleva de la mano, ésa la conciencia que nos dice, parafraseando a Milton Sechinca, en su Exhortación de los Jóvenes (que pretendemos extender también a todos los viejos militantes, y a quienes un vez tuvieron un sueño):

“Me dijeron que enrollaste la bandera, no como quien la guarda hasta el próximo acto sino casi como quien está arriando una bandera… Ahora pensá en tu adolescencia, en lo que caminaste por dentro de ti mismo, en lo que caminó el país junto contigo. ¡Cuidado! Porque estás en un filo difícil en que la palabra decepción con sólo cambiarle un sonido se puede convertir en deserción. Que no te ocurra eso…”

“Cada vez que algún retazo Perteneciente a este suelo. De las Provincias Unidas Anduvo corriendo un riesgo. Se alzó con su voz valiente. Reclamando ese derecho Y por la soberanía. Él supo jugarse entero. Así cruzó por la vida Luchando Manuel Dorrego. Por una América Unida. Compartía el alto sueño. Que tuvo Simón Bolívar. Desencontrado en el tiempo- Por intereses extraños. Ajenos al sentimiento. De los hombres que lucharon. Y que hasta su sangre dieron. A veces incomprendidos
Como fue Manuel Dorrego. Del veintisiete al veintiocho en su gestión de gobierno propulsó el federalismo que siempre fuera su credo. Y cayó buscando luz. Entre las sombras envuelto, no pudo montar de vuelta. Como lo hizo en Nazareno. Y en un trece de diciembre se apagó Manuel Dorrego. Se ordenó el fusilamiento. Con un pañuelo amarillo, sus ojos enceguecieron cuando el padre Juan José lo acompañaba en silencio sonaron ocho disparos. Y quedó escrito en un pliego. Besos para esposa e hija. Que Dios proteja mi suelo. Ahorren sangre de venganza.
Firmao' Manuel Dorrego”

Estrofas del payador uruguayo José Curbelo recordando a Manuel Dorrego.

jueves, 10 de diciembre de 2009

EN 1945, PERÓN SE CASABA CON EVITA

El 10 de Diciembre de 1945, el Coronel Juan Domigo Perón se casa con Eva Duarte en la Iglesia de San Francisco, de la ciudad de La Plata.Ambos querían un casamiento familiar y lo más secreto posible, solamente estaban presentes parientes y algunos amigos cercanos.
La ceremonia quedó inscripta en el folio 297 del Libro de Actas de la parroquia San Francisco, de la ciudad de La Plata, llamada después de la muerte de EVITA, ciudad Eva Perón. Cuentan que Evita usó para la ceremonia un bonito pero sencillo vestido con flores estampadas y que el padre Bernadino Bermúdez confesó a Perón y el padre Fidel Salvador Rossell a Evita. Ésto se describe en una reseña histórica escrita al dorso de la partida parroquial, por el párroco José A. González.
Son los primeros momentos de una historia de amor de dos, que se multiplicaría en el amor de todo un pueblo.