¡VOLVIO PERON,
VIVA PERÓN!
¡VIVAN LOS MILITANTES!
El 17 de noviembre de 1972 los compañeros militantes durante dos días desafiaron la tormenta con lluvias diluviales, los tanques apostados en todo el camino, la policía, el ejército gorila, algunos cruzando el Río Matanza y muchos de nosotros, que salimos de La Plata, llegamos caminando a Puente 12, donde luego de reclamarle a los soldados que nos dejaran pasar, fuimos tiroteados por la fuerza aérea y dispersados. Algunos encontramos refugio en Ciudad Evita y junto a muchos compañeros que desconocíamos nos abrazamos cuando, desde los departamentos de los peronistas del lugar (todos) nos abrían las puertas para ver llegar al General del Pueblo. Otros cumpas de La Plata, como los de la FURN, pudieron llegar a ver cuando el Viejo pisaba su tierra, nuevamente. Cuando nos enteramos, sentimos que ellos nos representaban a todos. Yo fuí con mi vieja, ¡qué hermoso es tener una madre tan peronista y resistente! y con mi hermana, Cristina, quien al comenzar el tiroteo se descompuso y en un segundo las perdí de vista a las dos. Cuando me quedé sola, buscándolas, porque el que iba a ser mi marido me dijo que me encolumnara, que fuera orgánica y que no podía sacrificar a toda una columna por mí. Pero yo desobedecí, tenía que buscar a mi madre y mi hermana. Llegué al complejo de departamentos en Ciudad Evita y estaba empapada, llorando por mi hermana y sin saber de mi vieja. Había muchos reporteros internacionales y yo les decía que contaran lo que estaba pasando, a los gritos. Una compañera abrió la puerta de su departamento y me dió toallas para secarme y una remera, que nunca pude devolvérsela, por los avatares de lo que vino después. Cuando la tele que tenía prendida pasaba el aterrizaje del avión, le pedí que llamara a los compañeros que se habían refugiado por el complejo, para que lo vieran y en otros departamentos hicieron lo mismo. Éramos una multitud, que se abrazaban, saltaban, cantaban la marcha. Me olvidé, por un instante, que había perdido mi familia. Cuando todo terminó, recordé que le había dado el monedero y todo lo que tenía a mi vieja, que iba en la parte de atrás de la columna, para yo poder estar en la cabecerá reclamando a los milicos que nos dejaran pasar. Sin plata, un compañero de Berisso, me ofreció tomarnos el micro. Nos ubicamos en la parte de atrás de un micro lleno de militantes, en el que se subían contingentes en todas las paradas. Yo lloraba continuamente pues no sabía lo que había ocurrido con mi hermana y menos, con mi madre. Al llegar a Constitución sube un gran contingente y entre las personas diviso a mi hermana, nos abrazamos y lloramos y todo el micro cantó la marcha peronista. Al llegar a La Plata, ambas, fuimos a la CGT de la calle 51, donde estaban los compañeros Jorge Vázquez y Peri, quienes se habían quedado por la logística(como se decía en esa época). Tenían los listados de los cumpas, pero mi vieja no había llegado, nos secaron un poco las zapatillas en la cocina de la CGT. Fuimos al Diagonal 77, al Instituto Juan Manuel de Rosas donde funcionaba la Alianza de la Juventud Peronista y, ante nuestro desconcierto, tampoco estaba. Extenuadas, mojadas, con graves ampollas en los pies, decidimos que, pasara lo que pasara, cualquier información nos llegaría a nuestra casa. Hasta allá fuimos y, ante nuestra sorpresa y admiración permanente, mi vieja estaba con los calentadores prendidos, la sopa preparada y la ropa arriba de cada cama, pues debíamos bañarnos, comer y cambiarnos para ir de nuevo con el General, pues había rumores de que había sido detenido. Después vendría la casa de Vicente López, custodiar el descanso del General, la reunión en el Restaurante Nino, etc., pero esas eran otras historias que vivimos y que debíamos estar, porque como decía la vieja: ¡HAY QUE CUIDAR AL GENERAL!
Escribí esto pues este 17, quiero recordar a aquellos muchachos y muchachas peronistas, a los "viejos" que nos acompañaron y a una generación que dió todo por una Patria Justa Libre y Soberana.
Y por ellos, rindo mi homenaje a todos los compañeros de la resistencia peronista, la del '55 y la del '76, y en ellos, a mis viejos, Carlos y Elsa Huwiler, que nos hicieron peronistas, a mi hermana Cristina y a mí, cuando estaba prohibido hablar de Perón; que me llevaron al velatorio de Evita, pues mi vieja me daba la teta, ya que nací en ese año '52; que cuando veíamos un edificio o una escuela, me decían que eso lo había hecho Perón; que siempre tuvieron una foto del General y de Evita, con velas y flores; que muchos pan dulce que hacía la abuela para nosotros iban para los compañeros presos y exiliados; que nos llevaron al acto de Plaza Once durante la resistencia y cuando hubo represión, nos cubrieron en una columna de la Plaza; que nos hicieron participar para enrollar los afiches por la desaparición de Vallese en la CGT, o cuando preparaban la recepción a de Gaulle, porque había que gritar por Perón wn la calle; que en cada reunión de la Rama Femenina, veíamos a esas increibles mujeres, planear como esconder notas, grabaciones de Perón y las famosas cartas o frente a San Ponciano, exigir la misa para Evita o pelear contra la Policía montada a caballo y, tantas cosas más. Por ello, me enorgullezco de haberle enseñado a mis hijos esta razón de vida y que, uno de ellos, en una charla reciente, recordara que, detrás de la puerta de mi casa, yo había colocado un afiche de Evita que decía: "Soy peronista, entonces, por conciencia nacional, por procedencia popular, por convicción personal y por apasionada solidaridad y gratitud a mi pueblo." y que esas palabras leídas diariamente, a ellos y a sus amigos, los había, también, marcado para siempre.
¡FELÍZ DÍA DEL MILITANTE!
CON UN FUERTE ABRAZO PERONISTA.
ELSA HUWILER
LA PLATA
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